Teoría de la gravedad

EL TIEMPO Nunca fue peor que entonces. Sabía lo que quería hacer -escribir, escribir-, pero no cómo se hacía para vivir de eso. El tiempo transcurría con una asfixia extraña, a empellones de euforia y desazón. Una mañana toda la oscuridad se había esfumado, y a la siguiente estaba, otra vez, en medio de un valle de sombra de muerte. No tenía a nadie que me dijera lo único que a veces hace falta escuchar, esa frase mentirosa que reza “todo va a estar bien”. Vagaba por una ciudad inmensa, ajena, cantando a gritos una canción de Los héroes del silencio -“tanto vagar para no conservar nunca nada”-, frenética y cardinalmente triste. En las noches, en las discos y los bares, mientras anotaba números de teléfono en mi camiseta, sudada de tanto bailar, pensaba, una y otra vez, “¿todo esto para qué?”. Brillaba con fulgor carbónico. Un tren lanzado a toda velocidad hacia el fondo del fin de la noche. Arañando entre cenizas el rescoldo de luz de una brasa que decía: “Hay que seguir. Algo suc...