El silencio de las plantas

 

 
 
El algarrobo - José Watanabe
 
El sol ha regresado esta tarde al desierto
como una fiera radiante. Viéndolo así,
tan furioso, se diría que viene a calcinar toda la tierra.

Ha venido a ensañarse
donde todo ya parece agonizar. Huyeron
del repaso de los muertos el zorro gris, los alacranes
y la invisible serpiente de arena.
Sólo el algarrobo, acostumbrado como está
a su vida intensa pero precaria, ha permanecido quieto,
solitario entre las dunas innumerables.

Este árbol nudoso, en su crecimiento
ha fijado posturas inconcebibles: alguna vez
cimbró la cintura como un danzante joven y desmañado,
alguna vez, aturdido,
estiró erráticamente los brazos retorcidos,
alguna vez dejó caer una rama en tierra como una rendición.
No hay cuerpo más torturado.
Lo único feliz en él es su altísima cabellera verde que va
donde el viento quiere que vaya.

El algarrobo me pone frente al lenguaje.
En este paisaje tan extremadamente limpio
no hay palabras. Él es la única palabra
y el sol no puede quemarla en mi boca.
 
 

La higuera - Juana De Ibarbourou

Porque es áspera y fea;
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos:
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se visten...

Por eso,
cada vez que yo paso a su lado
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
-Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto.

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
-Hoy a mí me dijeron hermosa.
 
 

Jacarandá - Silvina Ocampo
 
Discreta la luminosidad tenue del jacarandá
aquí se esconde entre el vulgar verdor
de otras plantas y de un farol sin luz.
No trata de mostrarse, de lucirse
de imponer su belleza.
Casi azul no es azul.
Casi violeta no es violeta
pero cuando caminamos sobre sus flores
caminamos sobre el cielo.
Si existieran santos entre los árboles,
jacarandá, serías mi santo
y depositaría a tus pies
la ofrenda
de tus propias flores.
 
 

La lambersiana - Alejandro Crotto

Detrás de la pileta hay una lambersiana
del color del limón. Es mediodía
y reverbera el aire en el calor
de febrero y la quieta resolana. Los grandes
ya se fueron a misa,
van a rezarle a Dios, que no se ve y es santo;
mientras tanto los primos nos metemos al agua,
nos secamos tirados entre risas al sol.

Después yo entré en la lambersiana. Era otro mundo
ahí dentro, como ver otro lado en las cosas,
lo que las sostenía. Afuera los penachos amarillos
en el aire caliente, y una estructura adentro
de ramas resinosas y la luz, la fresca luz
filtrada, que me dura.
 
 

A una verbena - Hugo Padeletti

            Para decir que te arrastras
habría que limpiar esta palabra
            de las adherencias del uso.
            No te arrastras, desbordas
 
                tu circunferencia.
Si la violeta ilustra la modestia,
tú floreces la fiel culminación,
            la plenitud de lo chato.
 
Porque has descartado la ambición
            encarnas la autenticidad.
            No trepas, te encarama
                lo cotidiano.
 
 
 
A un amigo que me envió unas rosas - John Keats
 
Cuando ya tarde andaba por los campos felices,
a la hora en que la alondra se sacude el rocío
de su verde cobijo de trébol, y de nuevo
los bravos caballeros cogen sus abollados
escudos, vi la flor más dulce de los bosques,
una fresca almizcleña, la primera en lanzar
su fragancia al verano: crecía encantadora,
como la misma vara de la reina Titania.
Y, mientras me embriagaba de su aroma, pensé
que supera con mucho a la rosa ordinaria,
mas cuando, ¡amigo Wells!, me llegaron tus rosas,
me quedé entusiasmado con su esplendor: tenían
dulces voces que hablaban, como con tierna súplica,
de paz y de verdad, de amistad invencible.
 
 
 
El silencio de las plantas
Selección y prólogo: Elisa Boland
Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Bajolaluna
2022

Comentarios