FLORES PARA NO REGAR


 
En la memoria,
la luz aparece de a ratos.
 
De a ratos, todavía,
tiembla un pájaro dormido
entre tu gesto y mi pecho.
 
-Así no se puede soñar -dice
la parte lúcida
del cuerpo que me queda.

Entonces, con cuidado,
mis manos agarran
la angustia, la tristeza,
el poco amor,
el miedo,
la furia,
las palabras que sirven
para decir: me rindo,
y ponen todo en la parte baja
de la ventana
entre los cactus
y otras flores para no regar.



 
Del amor recuerdo su belleza
y el peligro de extinción,
igual que un ciervo que come geranios
bajo el cielo azul del mediodía.



 
Haz un pozo en la nieve.
Con la punta del zapato, haz un pozo en la nieve.
Hunde con fuerza el pie.
Siente la forma en que la nieve
cede
frente al peso firme de tu cuerpo.
Quita el zapato del pozo.
Sacúdete la nieve del pantalón frío.
Mira el pozo.
Mira la nieve que rodea el pozo.
Mira el pozo.
Algo de pasto vive en el fondo.
Mira el pozo.
Podrías poner ahí tu corazón,
dormirlo como un pájaro en un nido blanco.
Dormir tu corazón en un nido blanco,
sobre todo el invierno.
Mira el pozo.
Mira toda la nieve que lo rodea.
Mira la nieve que rodea el pasto
que vive en el fondo del pozo.
Tu coraje se parece al pasto
y eso es bueno.
Tu ilusión se parece al pasto
y eso es alentador.
Tu corazón se parece al pasto.
¿Qué hace tu corazón verde
en un nido blanco?
 
 
 
 
Todavía tengo que aprender
a pararme igual que las gaviotas.
 
Llevo días observando la forma
en que descansan a la hora del almuerzo.
 
Hay un ventanal inmenso junto al lago.
 
Las veo llegar, quedarse.
 
Ahora hay veintiséis y son las doce.
 
Imagino que miran
la ondulación del agua,
algo perdido,
algo que fue y vino tantas veces
que no sorprende a nadie.
 
Las miro para ver si aprendo.
 
Tengo que aprender.
 
Quiero hacer igual que las gaviotas
que contemplan sin miedo la belleza
paradas sobre el muelle devastado.



 
Una tarde,
estaba con mis hijas frente al monte
y apareción un zorro cerca de nosotras.
 
Nos quedamos quietas.
 
El animal se acercó.

Nos miramos y no dijimos nada.

El zorro
tomó un trozo de carne,
corrió,
cruzó la ruta,
y en un destello se perdió en el monte.
 
Vimos su cola iluminada
mezclarse para siempre con la hierba.
 
Qué hermoso poder irse con esa rapidez.



Valeria Pariso
Flores para no regar (2021, Ediciones AqL)

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