PUEDE SER SIN TÍTULO

 

 

Ocurre que estoy sentada bajo un árbol,

a la orilla del río,

en una mañana soleada.

Es un suceso banal

que no pasará a la historia.

No son batallas ni pactos

cuyas causas se investigan,

ni ningún tiranicidio digno de ser recordado.

 

Y sin embargo estoy sentada junto al río, es un hecho.

Y puesto que estoy aquí,

tengo que haber venido de algún lado

y antes

haber estado en muchos otros sitios,

exactamente igual que los descubridores

antes de subir a cubierta.

 

El instante más fugaz también tiene su pasado,

su viernes antes del sábado,

su mayo antes de junio.

Y son tan reales sus horizontes

como los de los prismáticos de los estrategas.

 

El árbol es un álamo que hace mucho echó raíces.

El río es el Raba, que fluye desde hace siglos.

No fue ayer cuando el sendero

se formó entre los arbustos.

El viento, para disipar las nubes,

antes tuvo que traerlas.

 

Y aunque no sucede nada en los alrededores,

el mundo no es más pobre en sus detalles,

ni está peor justificado ni menos definido,

que en la época de las grandes migraciones.

 

No solo a las conjuras acompaña el silencio.

Ni solo a los monarcas un séquito de causas.

Y pueden ser redondos no solo los aniversarios,

sino también las piedras solemnes de la orilla.

 

Complejo y denso es el bordado de las circunstancias.

Tejido de hormigas en la hierba.

Hierba cosida a la tierra.

Diseño de olas en el que se enhebra un tallo.

 

Por alguna causa yo estoy aquí y miro.

Sobre mi cabeza una mariposa blanca aletea en el aire

con unas alas que son solamente suyas,

y una sombra sobrevuela mis manos,

no otra, no la de cualquiera, sino su propia sombra.

 

Ante una visión así, siempre me abandona la certeza

de que lo importante

es más importante que lo insignificante.

 

(De Fin y principio, 1993)


Wislawa Szymborska

Saltaré sobre el fuego, Nórdica Libros

Traducción de Abel Murcia y Gerardo Beltrán

 

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