POEMAS DE CARINA SEDEVICH

 
 
Siempre que llueve recuerdo el amarillo.
Pienso en el diente de león, sedoso,
que aquella tarde deshizo mi sobrina.
Y en su cabeza, como una gran cebolla,
fulgurante sobre el pasto húmedo.
 
*
 
Entre las ramas bajas del lapacho
la niña arranca flores amarillas.
Dice que piensa en esas flores
mucho tiempo.
Y yo sonrío.
Casi no pienso
hace mucho tiempo.
 
*
 
Esta tarde
la lluvia malogra
en mi recuerdo
un árbol
que nunca conocí.
 
 
 
 
 

Entre las ramas un benteveo canta.
Cuando era pequeña me apenaba.
Volveré a ser infértil, pura, magra.
Volveré a dejar crecer mi pelo.
Olvidaré mi sexo como suelo
olvidar la trama de los cuentos.
Pienso en la pena de los pájaros
como se piensa en un tatuaje viejo.

*

Atravieso el parque.
Las cotorras
calan la siesta con su risa
verde.

*

Sólo nubes en el cielo.
Mi hijo está triste por amor.
Y lejos.
 
*
 
Cipreses secos.
Si pudiera prestarte el corazón,
en este trance,
hijo.
 
*
 
Otra vez los benteveos.
Quizá mi hijo
hoy encuentre dramático
su canto.
 
*
 
Cruzando el parque
descubro otro gran nido de cotorras.
Prefieren ciertos árboles,
oscuros y grandes.
 
*
 
Querido hijo:
 
cruzar el parque
mirando hacia los árboles
te salva.
 
 
 
 
 
En una película oriental
los muertos eligen un recuerdo
para vivir en él como un insecto
inmóvil en un ápice de ámbar.
 
Buscan momentos sin exaltaciones
en los que no pudieron vislumbrar
resabios de pasado o porvenir.
 
Al fin,
prefieren recordarse solos.
 
 
Carina Sedevich, Un cardo ruso
Alción Editora 

 

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