Cartas a un joven bailarín 4

 
Carta 4
 
Te relato un hecho que he vivido con frecuencia.

Un joven bailarín viene a una audición. Le pregunto:

-¿Qué entrenamiento siguió? ¿Cuál es su técnica?

-Ninguna -responde-. Yo hago lo que quiero.

-No, usted no hace lo que quiere, hace lo que puede, que no es lo mismo. El bailarín que pudiera hacer todo lo que quisiera poseería todas las técnicas, lo cual evidentemente no existe.

Un periodista, un día, me hizo la siguiente pregunta:

-Usted asocia la noción de "encargo" a la idea de libertad. ¿No es esto paradójico?

-Para nada. El "encargo" da al artista una libertad importante. En la gran época de las artes plásticas sólo había encargos. No existe un solo pintor que hubiera hecho un cuadro para sí mismo. Y, sin embargo, han hecho las cosas más personales, más geniales, más bellas. Mira con atención el techo de la Capilla Sixtina, escucha las Misas de Bach... son encargos. Cuando el artista permanece en su habitación sin que se le pida nada, con frecuencia no tiene ganas de moverse. El pedido es una estimulación. Un amigo escritor me dice que tengo suerte de tener una fecha fija para mis premières, debo terminar a tiempo. Creo que la libertad en el arte consiste en superar las limitaciones y no en esquivarlas. Una libertad que no se conquistó no es una libertad.
 
La permisividad es el peor obstáculo para un artista. Toda limitación nos obliga a astucias inusitadas. Toda censura hace trabajar la imaginación, y la rebeldía que trae consigo es fuente de inspiración. Incluso la falta de medios (algo sé de esto) da ideas, y una idea siempre vale más que un decorado suntuoso que costó mucho dinero.

La época en que el comediante era excomunicado no fue tan mala para el teatro. Desde luego, está el sufrimiento y la exclusión, pero ¿sin ella habría escrito Molière el Tartufo, el Don Juan o el Misántropo?

Jean Genet, a quien conocí cuando tenía veinte años, fue uno de los últimos fuera de la ley, antes de que Sartre lo beatificara.

En el arte, como en la política, la evolución es necesaria, ya que la vida es una transformación perpetua. Las revoluciones son inútiles e ilusorias, su consecuencia es casi siempre la dictadura, en política sobre todo, pero el arte copia bastante bien.

El arte vive de limitaciones pero que sólo el artista puede (y debe) infligirse. La libertad es ilusión en un nivel primario; la disciplina resulta indispensable para encontrar al cabo de un camino de ascesis la verdadera libertad.

Ya ves, salto sin cesar de una idea a otra, pero estas cartas no son una obra técnica sobre el teatro y la coreografía sino una conversación entre dos funámbulos que buscan su equilibrio... (releer sin falta El Funámbulo, de Jean Genet).

¡Saltemos, entonces, monos, tal como decía mi padre!

Maurice Béjart
Cartas a un joven bailarín
Buenos Aires, 2005, Libros del Zorzal

Comentarios