Cartas a un joven bailarín 1

 
 
Carta 1
 
Gracias por tu última carta, demoré un poco en responder. Discúlpame, pero ¡me haces tantas preguntas! Di vueltas en mi cabeza buscando cómo responderte pero cada pregunta generaba otra y así sucesivamente. No encontré respuestas, pero ¿existen respuestas? Avanzamos en la vida y surgen puertas frente a nosotros, abrimos una para encontrar una solución, la salida, pero cada puerta da a un pasillo a su vez lleno de puertas y hay que avanzar, elegir, continuar... aunque en el fondo en eso consiste estar vivo: en hacerse preguntas. Y la única respuesta, tan cercana y que sin embargo nos parece siempre alejada, es la muerte.

Ya ves, me disculpo, estoy alejado de la danza... sí y no, la danza es mi vida, la danza cada mañana me hace preguntas y cuanto más avanzo, menos sé. Una única certeza: continuar; una única convicción: el trabajo.

El arte ha sido creado por los artesanos; más tarde, mucho más tarde, vinieron los artistas, que casi siempre han matado al arte, en todo caso han deformado su sentido profundo. Los artistas aprenden lentamente su oficio junto a un maestro; luego, construyendo, pintando, esculpiendo, cantando, escribiendo, transmiten su técnica a un aprendiz.

¡Trabajo! Alguien (muchos podrían haberlo dicho) declaró: "el genio es diez por ciento inspiración y noventa por ciento transpiración". Sí, lo sabes, lugar común, pero nada como repetirse cada mañana unos cuantos lugares comunes... A propósito, los ejercicios en la barra son un maravilloso lugar común.

Oficio. En el fondo, ¿cuál es mi oficio?

En un libro, escribí al comienzo del primer capítulo: "soy coreógrafo porque no sé hacer otra cosa". Y bien, no estoy tan seguro de ser coreógrafo... Antes que nada, la coreografía en sí misma no me interesa (en el mismo libro escribí: "en un ballet, lo más importante no es la coreografía sino el bailarín").

Lo maravilloso es descubrir un intérprete, luego parir ese ser de uno mismo, de lo que se es profundamente, sin saberlo, de lo que la danza revela acerca de su verdadera personalidad... Al lado de esto, hacer pasos, bellos o nuevos... ¡tonterías!
 
Luego del bailarín (escribí también "la coreografía se hace de a dos, como el amor", pero te molesto con esta pedantería que me hace citarme sin parar)... Stop... Sí, luego del bailarín, el público... ¡ah! ¡Te diviertes, es una orgía, la coreografía se hace de a tres! No, yo me voy, te quedas tú solo con tu público. Por supuesto, yo también te quiero creándote, construyéndote, pero ahora te toca a tí.
 
El público. No busco el éxito, pero amo su felicidad, amo los espectáculos que no son "obras de arte" sino fiestas, acontecimientos, explosiones... Sí, fiesta es la palabra precisa, y la necesitamos tanto en un mundo en que el pacer permanente y dirigido (diarrea audiovisual) ha matado a la fiesta.
 
Cuando tengas tiempo, o la ocasión, inclínate sobre los bailes tradicionales... es lo que queda... ¡apúrate!
 
He aprendido todo de los bailes españoles, africanos, indios, etc., son de una complejidad que excluye cualquier amateurismo y sin embargo, ¡oh Genio!, son los amateurs quienes las practican... no... "artesanos" (me gusta el término artesano). El presidente Léopold Sédar Senghor me decía: "Toda gran civilización proviene profundamente de un mestizaje. La pureza (como el agua destilada) sólo engendra la muerte".
 
Intenta aprender tu baile con los otros bailes, la barra es un medio y no un fin.
 
Pero el tiempo pasa, hablo y el ensayo me espera. Continúa haciéndome preguntas, querrá decir que te las haces, y entonces que estamos vivos, tú y yo. Termino con una cita de mi padre Gaston Berger:
 
"El hombre, que se creía un hijo de familia, se da cuenta de que es sólo aquel afortunado descendiente de los monos, es por eso que tiene la arrogancia y las angustias de los advenedizos".
 
¡Hasta pronto!
 
Salve
 
 
Maurice Béjart
Cartas a un joven bailarín
2005, Buenos Aires, Libros del Zorzal

Comentarios