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Mostrando entradas de diciembre, 2022

Poema de Claudia Masin

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    En cuerpo y alma   No sé hablar como hablan las personas. Dentro, muy dentro de mí llama una voz, yo no comprendo lo que dice. Y cómo habría de contarle a los demás lo que no sé. Me hablaste: las palabras que los otros me dan son toscas, insensibles, iguales a las piedras. Cómo manipularlas, encenderlas, cómo extraerles calor. Todas las noches tengo un sueño, el mismo. Somos dos ciervos y el bosque se parece a mí: quieto y vacío. Cae la nieve, cubre silenciosamente la tierra que pisamos con cuidado como si fuera un cristal delicadísimo. Buscamos agua y brotes tiernos, no es fácil, yo te sigo. Tus ojos me miran, me indican por dónde seguir, me van llevando al hilo de agua, a la pequeña corriente que subsiste, a las hojas casi invisibles que debajo del hielo sobreviven, verdes como en un verano suspendido en medio del tremendo, apabullante frío. No hay nada que decir, nada que decirnos. Florezco, las patas ligeras, el lomo erguido, un animal salido de la niebla, viejo y cansado y de

Poemas de María Teresa Andruetto

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      Visita   Hoy vino mi madre a visitarme y caminamos las dos por estas calles. Hablamos de mi hermano, de los hijos, de las chicas del Sur, de mi cuñado. Otra vez yo critiqué al gobierno y ella dijo otra vez "¡es un país tan grande!". No quiere que me queje: "¡Este país generoso recibió a tu padre!" y rodamos las dos hacia una zona de tristeza, en silencio, hasta que se detiene y dice: "Ayer hice dulce de duraznos" y yo digo que hablaron de mi libro en el diario. Estación abierta, retorno. En la vida no hay retorno. Cesare Pavese. 30 de marzo de 1948. Diario.   Ahora que viene el tiempo de los pájaros Ahora que viene el tiempo de los pájaros y de los brotes en las ramas y la blancura del almendro, ahora que salgo al aire por las tardes y riego plantas y veo cómo la tierra bebe el agua, ahora que se agitan las polleras al murmullo de la brisa, ahora que los niños conquistan el baldío y construyen refugios y saltan vallas, ahora que en el barrio las muje

El silencio de las plantas

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      El algarrobo - José Watanabe   El sol ha regresado esta tarde al desierto como una fiera radiante. Viéndolo así, tan furioso, se diría que viene a calcinar toda la tierra. Ha venido a ensañarse donde todo ya parece agonizar. Huyeron del repaso de los muertos el zorro gris, los alacranes y la invisible serpiente de arena. Sólo el algarrobo, acostumbrado como está a su vida intensa pero precaria, ha permanecido quieto, solitario entre las dunas innumerables. Este árbol nudoso, en su crecimiento ha fijado posturas inconcebibles: alguna vez cimbró la cintura como un danzante joven y desmañado, alguna vez, aturdido, estiró erráticamente los brazos retorcidos, alguna vez dejó caer una rama en tierra como una rendición. No hay cuerpo más torturado. Lo único feliz en él es su altísima cabellera verde que va donde el viento quiere que vaya. El algarrobo me pone frente al lenguaje. En este paisaje tan extremadamente limpio no hay palabras. Él es la única palabra y el sol no puede quemarla