Poemas de Alicia Genovese

 
 

 
Refugiada
 
Desconozco mi paradero
voy de una cosa a otra
pero las antiguas
ya no dicen mi nombre
y las nuevas no se me acercan.
Desconozco mi paradero
¿adónde fui? pregunta
mi zapato destrozado
mi cadera dolida.
Una espesura crucé
y me envolvía
la incandescencia
de una magnolia en la noche,
un hombro pegado al mío
contagiaba su calor.
Pero nada me orienta ahora
¿despertará algún grillo
en mí? pregunta
mi cara de náufraga.
Los náufragos llevan
un incendio de bosques
apagado en los ojos.
Bambolearme podría
sobre el Mediterráneo
en una barcaza de náufragos,
las ropas empapadas,
los rostros cetrinos,
y en el alma escondida
la piedra volcánica de los inicios.
Desconozco mi paradero,
en la barcaza aguardo
que sobre el lienzo de niebla
se dibuje una línea
y sea el horizonte.
Otra identidad
y no el vaivén del agua
que me borra,
no esos picotazos duros
que solo incitan a la audacia.
Una costa de vientos
donde se halle
el origen del sonido,
y volver a oír
que me llaman
que es mi nombre.
 
 
Las migrantes
 
Un sonido invasor
como una sierra en el vecindario,
una sombra negra que tapa
la luz del mediodía,
un enjambre de abejas
irreconocibles
en ese delirio de bacantes.
Zumba el jardín sin inocencia
en la nube amenazante
que busca dirección.
Migran, dejan
la colmena improvisada,
el hueco
en lo alto del muro
que fue su asentamiento,
dejan el revoloteo en la lantana,
el murmullo alrededor
de las cosas.
Ni las lluvias intensas,
ni la humareda
de hojas secas
lograron ahuyentarlas,
solo plegaban sus alas
indiferentes y callaban.
Adónde irán ahora
en superpoblación;
en esa furia sonora
¿qué intuyen?
¿Cuál es la ruta de la seda,
el hogar para la miel?
No es Ceuta, no sos las Balcanes,
no es la frontera de Tijuana
esta orilla.
¿Adónde iremos abejas
en la destemplanza?
¿Cuál será la vía
que otorgue un presente,
el rumbo que evite oro error?
Yo tampoco sé prever, nunca supe
si el hueco ofrecido era suficiente.
Subiría a ese remolino
subiría a ese cielo
y que los ojos facetados,
avizores me traigan
el oro de la lejanía.


Muelle contiguo

Un muchacho en el muelle contiguo
se desviste; un jean,
una camisa de trabajo.
Se zambulle triunfante en el río
como si desde mucho antes
hubiese planeado hacerlo.
La luz cae y él forma
figuras de tai chi en el agua.
Un ala de garza, una grulla quizás
y vuelve a sumergirse;
una coreografía de vuelos
que habrá ideado
en medio del cansancio,
del brumoso embotamiento.
Sube la escalera del muelle empapado
y como un biguá
extiende los brazos para secarse.
Solo, agradecido,
entre esos últimos rayos del día
que espejan sobre el agua.


Alicia Genovese
Oro en la lejanía
Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Gog y Magog Ediciones, 2021.

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